El acido gastrico subió a lo largo de su esófago. El contenido de su estómago se vertió en el fregadero. ¿Efecto secundario de su "experiencia"? seguramente. Sin embargo, todo había ido de manera óptima. No podía haberlo imaginado mejor, pero nunca había sido una optimista natural.
Apoyándose en sus brazos maltratados, levantó la cabeza hacia el espejo con manchas de mugre. Unos pocos mechones se deslizaron en los largos arañazos que corrían por sus mejillas. No se cauterizaron. Sus ojos se encontraron con su reflejo. Toda su velada de repente regresó a él.
La salida del bar…
El hombre de la sudadera azul…
Ella había bebido demasiado…
Como siempre…
Ella recordó el leve toque de cada arruga de la tela. De cada movimiento en la noche, interrumpido por la luz parpadeante de las farolas.
Su mano rozando su hombro cuando el jalo su capucha…
El primer encuentro de sus miradas…
El comienzo de todo.
El primer movimiento cuando extendio la mano.
El primer paso es rápido y apresurado.
La emoción, la adrenalina corriendo por su espalda.
El corazón que resuena cada vez más fuerte en el pecho.
La ropa siendo jalada aún más.
El dolor.
Cada cuchillada que pasó por su cuerpo.
Una nueva ola de dolor la recorrió, haciendo que volviera su estómago, obligándola a inclinarse hacia adelante otra vez. Conteniendo la respiración, se levantó bruscamente contra la pared de azulejos. Su náusea se desvaneció lentamente y se secó la comisura de los labios.
El dolor en su espalda.
Los gritos.
Su corazón latiendo aún más fuerte.
Gritos su más violentos.
Las respiracion desvaneciéndose.
Y en un último impulso, había trazado una sonrisa eterna en su bonita cara.
Ella se secó el rostro con la manga de la sudadera y sonrio.
Hoy, por primera vez, había matado a un hombre.
